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En las entrañas del Albujón

 

En las entrañas del Albujón

 

Cada año la rambla conduce hasta el Mar Menor entre 5 y 10 hectómetros cúbicos de agua con pesticidas, hidrocarburos, nutrientes y vertidos urbanos. El Instituto Español de Oceanografía constata la presencia de restos de fármacos en peces, como el zorro y el galupe; también alerta de que desde 2009 los caballitos de mar «están próximos a su desaparición»

Kilómetros de longitud tiene la rambla del Albujón con una extensión de 773 kilómetros cuadrados

Todavía recuerda cómo corría como un poseso en busca del chambilero cuando asomaba con su moto por la playa de Bocarambla, equipado con una lechera para mantener fríos los ‘chambis’ de vainilla. «Con 7 años disfrutaba de esta playa. Se extendía desde el antiguo camping de Cartagonova hasta Los Urrutias y venía mucha gente: era una zona buena de baño», recuerda con nostalgia, a sus 44 años, Víctor Manuel León, investigador titular del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Lo hace conjugando el verbo en pasado mientras pisa lo poco que queda de esa playa después de ser transformada por el desagüe de la rambla del Albujón. «La desembocadura ahora serpentea y parece una laguna, pero si hay lluvia cambia la configuración», explica a un equipo de ‘La Verdad’ con el que analiza el punto de vertido del Albujón antes de empezar a remontar el cauce aguas arriba.
«En la playa de Bocarambla se cogían caballitos de mar con el cubo de arena». Hoy por hoy hasta Frank de ‘La Jungla’ tendría complicado encontrar un caballito en esta zona del Mar Menor. La investigadora del IEO Elena Barcala confirma que en los años ochenta «había una población estable en la laguna, pero desde 2009 están próximos a su desaparición». La situación del caballito de mar es solo un ejemplo de las consecuencias que sufre el ecosistema de la laguna por el Albujón. «La profundidad es de 3 a 7 metros y el vertido tiene un gran impacto porque la tasa de renovación del Mar Menor es baja. Antes, los fondos eran arenosos, y ahora, son fangosos; el alga caulerpa ha sustituido a la zostera noltii…», enumera León.
La desembocadura de la rambla parece un río, llena de carrizo, y sus aguas claras disfrazan los contaminantes que apuñalan silenciosamente a la laguna: nutrientes, pesticidas, hidrocarburos aromáticos policíclicos, fármacos y productos de cuidado e higiene personal. «Es el listado que hemos confirmado en las muestras tomadas entre la primavera de 2009 y el invierno de 2011». Los resultados figuran en la tesis ‘Fuentes y distribución de microcontaminantes orgánicos regulados y emergentes en la laguna costera del Mar Menor’, cuyo autor es Rubén Moreno, bajo la dirección de Víctor León. Por las inmediaciones de la desembocadura todavía se dejan ver pescadores, a pesar de que el IEO ha confirmado la presencia de fármacos en bivalvos y peces, como el zorro y el galupe.
Eso sí, «las concentraciones observadas son muy bajas, por lo que no suponen ningún riesgo para la salud humana», aclara el investigador.

En el cauce de la rambla, bajo el cruce con la RM-F36, hay neumáticos, plásticos de invernaderos, litronas, latas, restos de tuberías, cajas de cartón….

Proseguimos con el recorrido metiéndonos debajo de la carretera N332. En las entrañas del cauce de la rambla hay dos tuberías vertiendo a todo trapo residuos de salmueras procedentes de la rambla de Miranda y que por extensión también acabarán en el Mar Menor. «Las tres principales aportaciones que recibe el Albujón proceden de los excedentes de agua de riego agrícola, el rechazo de las desaladoras (salmueras) y los vertidos no controlados de origen urbano». El cauce va creciendo conforme nos acercamos al punto en el que el Albujón enlaza con el canal artificial D-7. Ese canal fue habilitado por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) para conducir las escorrentías superficiales en épocas de lluvias en la zona de Los Alcázares y las de retorno de riegos, pero también ‘canaliza’ litronas, latas, plásticos…
El D-7 se ha convertido en un ‘afluente’ del Albujón. Si a eso le sumamos las aportaciones de las ramblas de la Murta y de la Maraña, las filtraciones del 81% del suelo cultivado en el Campo de Cartagena y que solo en Fuente Álamo la presión poblacional media es de 52 habitantes por kilómetro cuadrado, el resultado está claro para el investigador: «Hay una situación anómala por actividades humanas y un flujo continuo de agua. Lo natural sería que la rambla no llevase agua porque estamos en una zona árida».

El Albujón conduce cada año un cauce adulterado de 5 a 10 hectómetros cúbicos. Lo saben de buena tinta los vecinos del Barrio de la Fuensanta, que está pegado a uno de los márgenes de la rambla, y donde al problema de la contaminación suman el de las avenidas. «Hace tres años, con las lluvias torrenciales se desbordó el cauce y vino la Guardia Civil a evacuar casas», recuerda Pedro Gómez, un vecino. «A mí no me sacaron porque pusimos sacos de arena. ¡Pero los contenedores acabaron en los bancales de limoneros!».
Paseamos con Pedro por las calles Valeriana y Azafrán, que siempre se anegan cuando hay fuertes lluvias, y comprobamos que los vecinos han montado ‘diques artificiales’, con ladrillos y yeso delante de la puerta de sus casas, para que el agua no se cuele en caso de gota fría. Los garajes están en alto, con rampa de acceso, para ponérselo difícil al agua.
«Vivo aquí hace quince años y la rambla se sigue desbordando porque los agricultores hicieron un camino», denuncia. Campos de cebollas y de alcachofas, limoneros… convierten los márgenes de la rambla en una paleta de colores en la que no falta el ‘negro’, en este caso, fruto del mercadeo con el agua desalada. «Hay un mercado negro y el precio depende de la calidad del agua y de la energía empleada para extraerla», detalla desde el anonimato un ingeniero agrónomo, que trabaja en el Campo de Catagena desde 1984.

Las principales aportaciones proceden de los excedentes de riegos agrícolas, rechazo de las desaladoras (salmueras) y vertidos no controlados de origen urbano. En la imagen, Víctor Manuel León, investigador del IEO

El metro cúbico cotiza a entre 20 céntimos y 60 céntimos. «No lo hacen por negocio, es una práctica para la supervivencia», defiende este ingeniero. «Un agricultor tiene que atender a sus clientes y con las carencias hídricas que hay en la Región, a veces tienen que recurrir al agua del subsuelo». La práctica más extendida es la de ocultar desaladoras en naves, cuartos de aperos, incluso en bodegas. «El agua que se extrae del subsuelo tiene niveles altísimos de salinidad, pero se genera un 25% de agua de rechazo y un 75% es aprovechable para el riego».
El agua de rechazo contiene entre 38 y 90 unidades prácticas de salinidad y aditivos empleados para la desalación. «Lo habitual es hacer agujeros y pozos, de 15 a 20 centímetros de diámetro, para que no se vean, y verter el rechazo».
El problema es que esa salinidad «se concentra en el subsuelo y el rechazo llega a los acuíferos». Esas aguas acaban filtrándose al Albujón y la rambla las conduce al Mar Menor. El ciclo contaminante se repite.
«La Comunidad Autónoma no pone en marcha el salmueroducto de Fuente Álamo a San Pedro del Pinatar. Eso permitiría gestionar las salmueras y evitaría estas prácticas, porque esto parece Mozambique».
El uso irregular de pozos y de desaladoras no son prácticas ajenas a la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), que en los dos últimos años ha abierto 124 expedientes con requerimientos de desconexión de plantas desaladoras y sellado de sondeos. La CHS confirma que se han «precintado» 34 plantas de desalación y se han incoado veinte expedientes sancionadores: seis por sondeos vinculados a desaladoras, seis por desalar aguas subterráneas para riego agrícola y ocho por desobedecer órdenes de clausura.
La CHS lanza un aviso a navegantes: «Los expedientes sancionadores de desalación sin autorización, que han finalizado con resolución sancionadora se han trasladado a la Fiscalía de Medio Ambiente, por si los hechos fueran constitutivos de ilícito penal». De hecho, un agricultor que vertía la salmuera a un pozo ilegal quemó parte del césped de un campo de golf próximo y le destaparon el ‘chiringuito desalador’. Además, la Comisaría de Aguas inspecciona el Campo de Cartagena y ha incoado 27 expedientes sancionadores por infracciones en la rambla.

Pero velar por los 42 kilómetros de cauce que atesora el Albujón, desde la Sierra de Carrascoy hasta la playa de Bocarambla, es una misión imposible. Prueba de ello son los neumáticos, plásticos de invernaderos, tuberías, cajas de cartón, sacos de abono con restos de nitratos, incluso chapas de tejado, que se amontonan en la rambla a su paso por la RM-F36, en el límite de Torre Pacheco hacia La Palma. «Los plásticos, con la acción de los rayos ultravioleta, se atomizan y fragmentan y cuando llegan al Mar Menor acaban en la superficie, en los fangos y en la cadena alimenticia», alerta Rubén Vives, de Ecologistas en Acción.
Este diario retoma el recorrido por el cauce en Torre Pacheco y comprueba que está seco y con matorrales. Pero justo antes de pasar por debajo de la RM-F36 el suelo se convierte en lodo y fango. «Es por las filtraciones; la profundidad del cauce ha aumentado en dos metros en los últimos años». Pasamos por encima de un dique y de repente asoma una tubería subterránea, con una pérdida de agua y charcos plagados de algas verdes. «Es por la salinidad y los nitratos». En la zona no hay ni rastro de tarayales, adelfas y matas de azufaifo que absorberían los nutrientes. «El Albujón es un cadáver ambiental». Las filtraciones y escapes también han favorecido la proliferación de atriplex (australiana) y zygophyllum fabago (africana). «Son especies exóticas e invasoras, que aparecen porque el medio está alterado». Esa vegetación no tiene nada que ver con los carrizales que pueblan el trazado próximo de la rambla cuando desemboca al mar.
Conforme avanzamos hay más presencia de charcos con aguas verdes fruto de las algas. «¡Vamos, vamos!», le grita un pastor a su rebaño, que atraviesa el cauce del Albujón como si fuese una vereda. Las ovejas se paran y empiezan a refrescarse bebiendo del charco. El periodista le pregunta al pastor si sabe que ese agua contiene contaminantes y el pastor las espanta sin pestañear: «¡Fuera!».
El responsable de Coag en el Campo de Cartagena, Vicente Carrión, reconoce que hay desalobradoras en Cabezo Gordo, Pozo Estrecho, Miranda…. Pero recuerda que «la solución a las salmueras que se generan sería la activación del salmueroducto y la puesta en marcha de la desaladora de El Mojón». Carrión subraya que el sector ha hecho «muchos esfuerzos» adaptando la producción a la declaración del Albujón, por parte del Ministerio de Agricultura, Agua y Medio Ambiente, como masa de agua afectada por la presencia de nitratos generados por la actividad  agraria. «Los agricultores cumplen con las condiciones que se exigen a sus abonos y son responsables para no perder ayudas europeas».

A la izquierda, foto de 1956 de la Infraestructura de Datos Espaciales de la Región donde se aprecia cómo la rambla ‘moría’ entre la Venta Simón y el antiguo camping de Cartagonova. En la foto de la derecha, de 1997, el cauce ya serpentea, bordeando la calle Mar Marmara y desembocando en la playa de Bocarambla, justo entre Los Alcázares y Los Urrutias

El investigador del IEO Víctor Manuel León apuesta por el proyecto ‘Vertido Cero’ como solución a los efectos de la rambla del Albujón en el Mar Menor. «No sabemos hasta cuándo podrá aguantar la laguna». Ese proyecto prevé un presupuesto de 1,5 millones de euros y la Dirección General del Agua del Ministerio ha licitado un estudio de soluciones técnicas para lograr el ‘Vertido Cero’. El ecologista Rubén Vives prefiere los filtros verdes, tal y como propone la plataforma del Pacto por el Mar Menor. «Hacer un ‘bypass’ en la rambla y encauzarla hacia una zona marginal con aneas y carrizos. El nitrato pasa al carrizo y se puede emplear para ganado, compostaje y biomasa».
No sería la primera vez que se desvía y encauza el Albujón. Nos desplazamos a la vía rápida de la AP-7 y observamos la ‘s’ artificial que se acometió en la rambla para favorecer el urbanismo y las explotaciones agrícolas. En las fotos de 1956 de la Infraestructura de Datos Espaciales de la Región se aprecia cómo la rambla ‘moría’ entre la Venta Simón y el antiguo camping de Cartagonova, pero en una foto de 1997 el cauce ya serpentea, bordeando la calle Mar Marmara y desembocando en la playa de Bocarambla, justo entre Los Alcázares y Los Urrutias

La rambla desemboca en playa Bocarambla entre Los Alcázares y Los Urrutias. Cada tres o cuatro meses cambia la forma de la desembocadura.Los contaminantes que arrastra la rambla suelen ser conducidos por las corrientes hacia la vertiente sur del Mar Menor: Punta Brava, Los Urrutias y El Carmolí.El agua del cauce de la rambla contiene nitratos, salmueras, pesticidas, hidrocarburos aromáticos policíclicos, fármacos y productos de cuidado e higiene personal.

«El agua de la playa ha pasado de azul cristalina a verdosa y, ahora, marrón», precisa Tomás Hernández, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Los Urrutias. Tomás ha sido testigo paso a paso de los efectos del Albujón en la laguna. «¡Nací en la orilla de San Javier en 1953!». Las corrientes desplazan los contaminantes a la vertiente sur del Mar Menor y sus playas se convierten en un fondo de saco.
El equipo de ‘La Verdad’ se desplaza con Tomás al espigón de Punta Brava para comprobarlo. El hedor copa el ambiente, las algas secas se amontonan en la orilla y el agua está turbia. «En este punto se concentran los vertidos de la rambla, se descomponen y producen gas metano. Es un olor repugnante». Severo Sánchez, presidente de la asociación, entregó el pasado viernes en la Asamblea Regional un escrito solicitando, entre otras medidas, el cese de los vertidos del Albujón, activando la estación de bombeo que hay parada junto a la desembocadura y la retirada del espigón de Punta Brava.
«Un estudio de la Universidad de Murcia indica que, a diario, se vierten a la rambla de 26 a 30 litros y en verano esa cifra se multiplica con la llegada de turistas», resalta Sánchez. Su amigo Tomás, a sus 63 años, recuerda a los políticos que cuando «yo era un niño el agua era transparente y corríamos detrás de los caballitos de mar. Hoy en día, si ves un cangrejo es porque se marcha corriendo de aquí».

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